Vuestro desenlace, Buscadores...
Nataly nunca había
sabido lidiar con la tensión de situaciones como esa y antes de que pudiera
evitarlo, las lágrimas recorrieron sus mejillas.
-Nataly… tranquila.
Tal vez esto sea lo mejor- intentó tranquilizarla. Pero ni él mismo podía creer
esa absurda idea, así que no sonó muy convincente.
-Yo te quiero-
susurró ella. Tom suspiró.
-Eso ya lo sé-
Se miraron fijamente,
sin pestañear. Los dos pensaban a toda velocidad intentando buscar algo que
detuviera aquella conversación y les permitiera seguir juntos, pero no eran
conscientes de que el otro también lo hacía.
A su alrededor, el
edificio se estaba llenando de ecos de todo tipo; había susurros, pasos
acelerados e incluso puertas que se abrían y se cerraban varias veces. Pero
ellos no se daban cuenta. Hasta que su timbre sonó.
Nataly dio un
respingo y a Tom incluso le extrañó. El mundo que había tras esa puerta había
desaparecido en esos minutos.
-Abre la puerta- le
pidió a Nataly. Se había quedado clavada, con el pecho subiendo y bajando con
violencia y el ceño fruncido sobre sus ojillos húmedos.- Tenemos que abrir,
Nataly. La ley obliga a todos los ciudadanos a abrir siempre la puerta durante
el día.-
Pero Nataly no quería
ver a nadie, no quería que ninguna otra persona llegara y esa conversación se
detuviera, porque si eso pasaba y terminaba… ¿Qué significaría?
El timbre sonó por
segunda vez y fue Tom quien caminó hasta la puerta para abrirla. Ella le siguió
con la mirada conteniendo la respiración como si temiera que fuera a desaparecer.
Abrieron la puerta,
en el umbral esperaba un policía. No era uno normal, se trataba de un Voz. La mayoría de agentes de la ley
que circulaban por la ciudad esos días eran Voces. Se les llamaba así porque su trabajo era básicamente servir
de enlace entre el ministerio de seguridad y defensa y los ciudadanos,
transmitiendo mensajes y comunicados.
Por tanto no llevaban
armas, aunque tenían una cierta autoridad sobre el resto de la gente.
El Voz les hizo un gesto que servía tanto
para identificarse como tal, como para saludar de forma respetuosa. A pesar de
la irritación que suponía para Tom la llegada de ese hombre, le hizo un gesto
con la cabeza.
-Buenas tardes,
agente- añadió también.
-Vengo a comunicar a
todos los residentes de este edificio que la zona de la ciudad donde está
emplazado se encuentra en estado de alerta desde hace una hora. Lo que
significa… - Tom se contuvo antes de resoplar, impaciente. Todo el mundo sabía
ya a esas alturas el significado de un estado de alerta, pero siempre había que
dejar hablar a las Voces.-… los
expertos del ministerio han observado movimientos en la “La plaga” que parecen
indicar que se dirige hacia aquí. Por tanto, toda esta área de la ciudad debe
poner en marcha el protocolo de seguridad. Tenéis dos horas para dejar este
lugar y buscar refugio en cualquiera de las zonas seguras de Dublín. Os
recordamos que si no contáis con familiares o amigos que puedan acogeros, el
alcalde ha puesto a disposición de los ciudadanos algunos lugares como refugio
provisional: iglesias, albergues, etc.- Aquel Voz usaba un tono neutro y monótono, adquirido a base de repetir
hasta la saciedad ese discurso sin tener en cuenta ya lo que realmente
significaba para la gente que lo oía. Ni siquiera los miraba a ellos al hablar,
sus ojos grises se perdían en la ventana del fondo.- El ministerio informará de
que la zona vuelve a ser segura utilizando para ello las sirenas repartidas por
toda la ciudad.-
<<Que sonarán
tres veces cuando podamos volver a casa>> Tom lo sabía de sobra. No obstante,
al pensarlo tuvo un sinfín de pensamientos funestos rondándole la cabeza.
¿Volverían juntos a esa casa cuando “La plaga” se retirara? ¿O tendría que
enfrentarse solo a ese cuartucho infectado de imágenes grabadas a fuego en las
paredes, en la cama… por todas partes?
Ni siquiera tenía
fuerzas para pensar en eso aún.
-Gracias, agente-
dijo Tom. El joven Voz parpadeó y le
dirigió de nuevo su saludo, esta vez como despedida; primero a él, y después a
Nataly. Al mirarla, el agente entrecerró los ojos, consternado.
-¿Todo va bien,
señorita?- le preguntó. Tom volvió la cabeza hacia ella; sus ojos seguían
arrasados por el llanto, temblaba y su rostro era un lienzo donde el miedo
imperaba con fuerza. Se le partió el corazón al verla en ese estado. ¿Estaba haciendo
lo correcto al obligarla a hablar de aquello?
-Sí, todo va bien-
respondió ella, frotándose los ojos. Aún así el Voz parecía sospechar que mentía, pues su mirada escrutaba su
rostro en busca de alguna señal silenciosa de auxilio.- De verdad, agente. Todo
está bien.- Respiró hondo para tranquilizarse, aunque por dentro seguía
sintiendo que se derrumbaba.
El Voz aún se detuvo unos segundos a
inspeccionar la habitación con su seria mirada, quizás buscando algún signo de
pelea que, lógicamente, no halló. Así que no le quedó más remedio que
marcharse.
Tom cerró la puerta
tras él, y también los ojos mientras escuchaba los pasos de ese hombre bajando
las escaleras, de nuevo hacia la calle. A él se unieron las carreras nerviosas
de otros vecinos que se precipitaban a desalojar el edificio.
Nataly se movió tras
él. Sus brazos le rodearon desde atrás y percibió la suavidad cálida de su
rostro apoyado sobre su hombro desnudo. Por suerte, ella no podía verle porque,
una vez más, el dolor más oscuro corrompió el rostro de Tom que apretó la
mandíbula y los ojos cerrados, más de lo que nunca lo había hecho.
Deseó apartarla de
él, o no, pero era lo que se suponía que debía hacer. No obstante, Nataly
temblaba pegada a su cuerpo y no fue capaz. Después de todo, pensó que aquello
era como una despedida lenta y desoladora y tal vez si lo alargaba, no sería
tan terrible. Aún no estaba listo para decir adiós.
-¿Recuerdas la noche
en la feria?- le preguntó con un susurro ahogado.
-Es un parque de
atracciones, Nataly-
-La noche en que nos
conocimos- continuó ella sin darle importancia a su comentario.- Cuando me
marchaba a casa, durante el viaje en coche, intentaba recordar con exactitud
cuántas palabras nos habíamos dicho, cuántos minutos habíamos compartido. Y me
sorprendió que no habían sido demasiados… sin embargo, mientras me alejaba yo
sabía que ya te quería.-
Y él también lo
sabía, aunque no recordaba cuando se había dado cuenta. Y no le pareció extraño
entonces.
-Lo he estropeado
todo ¡Qué gran sorpresa!- murmuró ella. Tom esbozó una media sonrisa
incontrolable y Nataly le abrazó con más fuerza.- Estaba asustada. Sentía que
te alejabas más y más y yo ya no sabía cómo acercarme a ti. Se me ocurrió que
si no me marchaba yo, serías tú el que te fueras.-
-Nataly… ¿Tú quieres
irte?-
La sintió coger una
buena cantidad de aire y soltarlo muy despacio. Eso le hizo temer una respuesta
que podía darle esperanzas o hundirle definitivamente.
-No lo sé-
Le dolió, sí, pero no
tanto como podría haberle dolido. No sabía qué pensar, así que tampoco sabía
cómo actuar. Todo lo que había pensado y aceptado hasta ese momento se estaba
viniendo abajo. La ansiedad era terrible.
-Si quieres irte, lo
entenderé. Ya te lo he dicho. Y quizás encontrarás lo que realmente quieres. Si
es así, yo sólo quiero que sepas que…- Se soltó del abrazo para girarse hacia
ella y mirarla. Esos enormes ojos castaños, del mismo tono que los de él, le
miraban con una súplica muda. Pero ¿Qué le pedían? ¿Qué la dejara ir? ¿Qué la
obligara a quedarse? ¿Quién hablaba a través de ellos: Nataly o su miedo? Los
pensamientos se le torcieron y una desesperante urgencia que había mantenido a
raya hasta entonces, se apoderó de él.- Nataly, sólo dame la oportunidad de
amarte más de lo que alguna vez hayas imaginado. ¡Lo haré! Pero no me dejes sin
lugar al que ir.-
-Tú tienes un lugar
al que ir, Tom- dijo ella.- Es Reward.-
¿Era eso? Nataly se
creía un obstáculo entre él y lo que Reward podía ofrecerle… No lo entendió
pero le dio igual. Negó con la cabeza, inclinándose sobre ella. Sus manos
sostuvieron el rostro de Nataly y ella no se apartó.
-Eres tú- Y se lo
dijo plenamente convencido de esas palabras. Porque era verdad, ella era cuanto
le importaba en el mundo. Sí, incluso más que Reward. ¿Por qué ella no le
creía?
-Creo que… debería
irme- anunció ella.
El tiempo se detuvo
para él con esas palabras. Primero, Nataly bajó la mirada, conteniendo nuevas
lagrimas y después, se apartó de él y de sus manos. Caminó despacio hasta el
rincón donde ambos tenían siempre preparadas sus bolsas de emergencia y se
inclinó para coger la suya. Arrastró los pies hacia la puerta y colocó su mano
sobre el pomo. Desde allí, giró brevemente la cabeza hacia él, que seguía de
espaldas, demasiado impresionado para moverse.
-Tom, no te quedes
aquí ¿De acuerdo?- le pidió. Éste
destensó los músculos de sus hombros y la espalda, volviendo poco a poco en
sí.- ¿Me has oído?-
Su cuerpo casi dio un
respingo.
-Sí, sí… tranquila.
No me quedaré.- le aseguró. Se giró hacia ella con rapidez.- Nataly, por
favor…-
Pero ella entre abrió
la puerta y se escabulló por el hueco a toda velocidad. Cuando la puerta se
cerró, el golpe retumbó por todo el cuerpo de Tom como un cañonazo letal.
Se había ido. Nataly
se había ido, de verdad. Su primer impulso fue seguirla, así que se precipitó
sobre la puerta, llegó incluso a coger el pomo pero no lo giró. Ni se movió.
Estaba aturdido y
desorientado. En el transcurso de esa conversación había creído tanto que
Nataly acabaría dejándole como había confiado en que lo solucionarían… hasta que
finalmente, se había ido. Pero ¿Qué esperaba? Había sido él quien lo había
empezado todo. Nataly había dudado hasta el último momento, no lo tenía claro y
si él no la hubiera empujado a darle una respuesta, quizás seguirían juntos. No
podía saber cuánto tiempo habría durado, era verdad, pero en esos instantes lo
único que deseaba era estar con ella un poco más, una noche más, un día más, lo
que fuera.
Apoyó la frente sobre
la madera rasposa de la puerta. Su corazón estaba vacío y también sus fuerzas
estaban abandonando su cuerpo.
Pero oyó algo al otro
lado: una respiración entrecortada. Y el corazón se le aceleró, reviviéndole de
golpe.
-Nataly… -susurró
justo antes de abrir la puerta.
Allí estaba ella. No
se había alejado ni dos pasos del umbral. Con los ojos húmedos de nuevo y la
maleta en la mano.
-No te has ido…-
-No quiero irme- Dejó
caer la maleta al suelo y prácticamente saltó sobre él para abrazarle.- No sin
ti.-
Tom respiró hondo
para asegurarse de que no lo estaba imaginando. Sintió el peso de ella en sus
brazos y se apresuró a agarrarla y meterla de vuelta en el apartamento. Cerró
la puerta con fiereza.
-Lo siento…- empezó a
decir ella, pero sus disculpas fueron acalladas con un intenso beso que hizo
que todo comenzara a dar vueltas a su alrededor. Su espalda chocó contra la
puerta, y el pomo se le clavó en ella, pero le dio igual. Eso y todo lo demás,
fue como si nada de lo que había pasado fuera real. Parecía una pesadilla
lejana de la que ambos acababan de despertar para comprobar aliviados, que la
realidad era la de siempre.
Las alarmas de toda
la ciudad de Dublín dejaron escapar un solo pitido que se prolongó varios
segundos. El último recordatorio para la población de que debían abandonar la
zona en alerta,
-Tenemos que irnos de
aquí- le recordó ella. Pero Tom la miró con una sonrisa traviesa bailando en su
moreno rostro.
-El Voz dijo que teníamos dos horas ¿No?-
se sacó la camiseta de tirantes negra por encima de la cabeza y volvió a
acercarse a ella.- Nos da tiempo.-
Volvió a besarla con
pasión renovada y la levantó en sus brazos. Sin dejar de mirarla, fue
retrocediendo lentamente en dirección a la cama.
Hasta pronto ^^