martes, 21 de octubre de 2014

¿Por qué lloro con los libros?



Buenas noches Buscadores,
Esta entrada no pertenece a ninguna historia, es solo una de esas veces que escribo cosas que pienso y las cuelgo aquí porque... bueno pues porque es mi blog, básicamente.
No hay demasiadas entradas así, de hecho, pero de vez en cuando las escribo.
Supongo que ya sabréis que a mí no solo me gusta escribir, sino que también me gusta leer. Mucho, muchísimo ^^ No existen los escritores a los que no les guste leer, no pueden existir. Y leo muchos libros de diferentes géneros, estilos, temática... y a veces lloro con esos libros.
Hoy me he quedado pensando ¿Por qué lloro con algunos libros?
Está claro que si lees un libro que te encanta y al final, el simpático autor hace una masacre y decide matar a la mitad de los personajes o a algún protagonista, pues es normal que llores porque, en mayor o menor medida, todo el mundo (incluso los que no son tan intensos como yo leyendo) nos encariñamos con los personajes. Y su muerte nos entristece.
También puede ser que estés leyendo una historia de amor preciosa y que acabe fatal porque los protagonistas no acaban juntos por lo que sea que les pase, sin que la temida muerte tenga nada que ver con ello. Eso también te puede hacer llorar. Y te da rabia... muchisisisisima rabia. Por lo menos a mí.
Pero ¿Qué pasa con esos otros finales? Esos finales en apariencia felices, en los que todo ha salido como debía salir y sin embargo... nos hacen llorar.
Está bien, quizás esto no os haya pasado y no queráis que os incluya, así que hablaré en primera persona.
Hoy mismo he terminado el último libro de una trilogía (que no diré cuál es por si os hago spoiler sin querer) que ha tenido un final muy feliz. Sí, había una guerra de por medio y algunos personajes han caído, pero no eran demasiado importantes (vamos, que no había tenido ocasión de cogerles cariño). Los protagonistas han sobrevivido y han acabado juntos. De hecho, el último capítulo acaba de un modo que para mí es perfecto.
Después de todas las luchas y las batallas, ellos están juntos, viviendo en una isla donde nunca hubo guerra y con toda la vida por delante.
Y hasta ahí todo iba bien... pero tras ese final, había un mini epilogo donde te llevaban directamente al momento en que ellos dos ya son ancianos y están a punto de morir. 
Genial. Yo me alegro de que después de todo tuvieran una vida larga y feliz y llegaran a viejos, sobre todo después de todas las veces que durante la historia pensé que iban a morir. Pero no me gusta que me cuenten que ahora son viejos y van a morir. Te has comido toda su vida feliz y me llevas al momento de su muerte ¿Por qué? ¿Con qué objetivo?
Bueno, pues he cerrado el libro y... me he empezado a sentir tan, tan, tan, pero tan triste. Y ya os imaginaréis lo que ha pasado :'(
Lo había sentido otras veces, con otros libros y no sabía muy bien por qué. Es una pena extraña y que no sepas bien por qué la notas, te hace sentir aún peor.
No obstante, esta vez sí que sé qué es. Aunque pueda sonar extraño: no es más que la habitual tristeza que se siente por una pérdida.
Intentaré explicarlo para que no suene tan raro.
Cuando lees un libro llegas a conocer tanto a los personajes que es como si se convirtieran en tus amigos. Y es lógico que tengas esa sensación porque conoces su vida, su pasado, sus pensamientos, sus sentimientos. Te caen bien, te caen mal, empatizas, te identificas con ellos, los odias y por supuesto, los quieres. Y todos tenemos alguna historia que nos ha llegado mucho más profundo que el resto. No solo cuando lees el libro están contigo, puedes soñar con ellos y cuando estás haciendo tu vida normal, te sorprendes pensando en ellos como podrías pensar en una persona real.
A lo mejor lo veis como una exageración pero... sí que son amigos de algún modo.
¿Y qué pasa con ellos cuando el libro acaba? Ya no están, se han ido para siempre. Jamás sabrás que fue de sus vidas a partir de ahí. Nunca volverás a sentirlos cerca y si es un libro que nadie de tu entorno ha leído, ni siquiera tienes la oportunidad de hablar de ellos con nadie. Te dejan sola.
Y si realmente llegaste a sentir, aunque solo fuera por un instante, que esos personajes te estaban dando consuelo con su historia ¿No es normal llorar cuando se marchan para siempre? ¿Cuándo sabes que nunca tendrás la oportunidad de volver a "contactar"?
No sé, quizás sea algo que solo me pasa a mí pero... al terminar ese libro, no dejaban de venir a mi mente recuerdos de ellos tan nítidos como si yo hubiese estado a su lado en todas esas situaciones. Y lo estuve. Ahora son ellos los que no están.
¿Y de verdad es tan extraño que en este mundo que cada día es más gris, triste y solitario, nos sintamos acompañados por los libros y lloremos la pérdida de los personajes? No me parece tan alarmante que tengamos que buscar amigos en las novelas cuando los reales no se interesan por ti o por lo que haces, ni están cuando los necesitas.
La verdad es que no lo sé. La vida es extraña en sí misma y cada uno tenemos que elegir lo que nos resulta normal y lo que no.
Si a alguien más le ha pasado esto, me encantaría saberlo.
Y a los protas de mi libro, hasta siempre amigos.
Chao buscadores.

martes, 15 de julio de 2014

Dublín 3



Vuestro desenlace, Buscadores...



Nataly nunca había sabido lidiar con la tensión de situaciones como esa y antes de que pudiera evitarlo, las lágrimas recorrieron sus mejillas.
-Nataly… tranquila. Tal vez esto sea lo mejor- intentó tranquilizarla. Pero ni él mismo podía creer esa absurda idea, así que no sonó muy convincente.
-Yo te quiero- susurró ella. Tom suspiró.
-Eso ya lo sé-
Se miraron fijamente, sin pestañear. Los dos pensaban a toda velocidad intentando buscar algo que detuviera aquella conversación y les permitiera seguir juntos, pero no eran conscientes de que el otro también lo hacía.
A su alrededor, el edificio se estaba llenando de ecos de todo tipo; había susurros, pasos acelerados e incluso puertas que se abrían y se cerraban varias veces. Pero ellos no se daban cuenta. Hasta que su timbre sonó.
Nataly dio un respingo y a Tom incluso le extrañó. El mundo que había tras esa puerta había desaparecido en esos minutos.
-Abre la puerta- le pidió a Nataly. Se había quedado clavada, con el pecho subiendo y bajando con violencia y el ceño fruncido sobre sus ojillos húmedos.- Tenemos que abrir, Nataly. La ley obliga a todos los ciudadanos a abrir siempre la puerta durante el día.-
Pero Nataly no quería ver a nadie, no quería que ninguna otra persona llegara y esa conversación se detuviera, porque si eso pasaba y terminaba… ¿Qué significaría?
El timbre sonó por segunda vez y fue Tom quien caminó hasta la puerta para abrirla. Ella le siguió con la mirada conteniendo la respiración como si temiera que fuera a desaparecer.
Abrieron la puerta, en el umbral esperaba un policía. No era uno normal, se trataba de un Voz. La mayoría de agentes de la ley que circulaban por la ciudad esos días eran Voces. Se les llamaba así porque su trabajo era básicamente servir de enlace entre el ministerio de seguridad y defensa y los ciudadanos, transmitiendo mensajes y comunicados.
Por tanto no llevaban armas, aunque tenían una cierta autoridad sobre el resto de la gente.
El Voz les hizo un gesto que servía tanto para identificarse como tal, como para saludar de forma respetuosa. A pesar de la irritación que suponía para Tom la llegada de ese hombre, le hizo un gesto con la cabeza.
-Buenas tardes, agente- añadió también.
-Vengo a comunicar a todos los residentes de este edificio que la zona de la ciudad donde está emplazado se encuentra en estado de alerta desde hace una hora. Lo que significa… - Tom se contuvo antes de resoplar, impaciente. Todo el mundo sabía ya a esas alturas el significado de un estado de alerta, pero siempre había que dejar hablar a las Voces.-… los expertos del ministerio han observado movimientos en la “La plaga” que parecen indicar que se dirige hacia aquí. Por tanto, toda esta área de la ciudad debe poner en marcha el protocolo de seguridad. Tenéis dos horas para dejar este lugar y buscar refugio en cualquiera de las zonas seguras de Dublín. Os recordamos que si no contáis con familiares o amigos que puedan acogeros, el alcalde ha puesto a disposición de los ciudadanos algunos lugares como refugio provisional: iglesias, albergues, etc.- Aquel Voz usaba un tono neutro y monótono, adquirido a base de repetir hasta la saciedad ese discurso sin tener en cuenta ya lo que realmente significaba para la gente que lo oía. Ni siquiera los miraba a ellos al hablar, sus ojos grises se perdían en la ventana del fondo.- El ministerio informará de que la zona vuelve a ser segura utilizando para ello las sirenas repartidas por toda la ciudad.-
<<Que sonarán tres veces cuando podamos volver a casa>> Tom lo sabía de sobra. No obstante, al pensarlo tuvo un sinfín de pensamientos funestos rondándole la cabeza. ¿Volverían juntos a esa casa cuando “La plaga” se retirara? ¿O tendría que enfrentarse solo a ese cuartucho infectado de imágenes grabadas a fuego en las paredes, en la cama… por todas partes?
Ni siquiera tenía fuerzas para pensar en eso aún.
-Gracias, agente- dijo Tom. El joven Voz parpadeó y le dirigió de nuevo su saludo, esta vez como despedida; primero a él, y después a Nataly. Al mirarla, el agente entrecerró los ojos, consternado.
-¿Todo va bien, señorita?- le preguntó. Tom volvió la cabeza hacia ella; sus ojos seguían arrasados por el llanto, temblaba y su rostro era un lienzo donde el miedo imperaba con fuerza. Se le partió el corazón al verla en ese estado. ¿Estaba haciendo lo correcto al obligarla a hablar de aquello?
-Sí, todo va bien- respondió ella, frotándose los ojos. Aún así el Voz parecía sospechar que mentía, pues su mirada escrutaba su rostro en busca de alguna señal silenciosa de auxilio.- De verdad, agente. Todo está bien.- Respiró hondo para tranquilizarse, aunque por dentro seguía sintiendo que se derrumbaba.
El Voz aún se detuvo unos segundos a inspeccionar la habitación con su seria mirada, quizás buscando algún signo de pelea que, lógicamente, no halló. Así que no le quedó más remedio que marcharse.
Tom cerró la puerta tras él, y también los ojos mientras escuchaba los pasos de ese hombre bajando las escaleras, de nuevo hacia la calle. A él se unieron las carreras nerviosas de otros vecinos que se precipitaban a desalojar el edificio.
Nataly se movió tras él. Sus brazos le rodearon desde atrás y percibió la suavidad cálida de su rostro apoyado sobre su hombro desnudo. Por suerte, ella no podía verle porque, una vez más, el dolor más oscuro corrompió el rostro de Tom que apretó la mandíbula y los ojos cerrados, más de lo que nunca lo había hecho.
Deseó apartarla de él, o no, pero era lo que se suponía que debía hacer. No obstante, Nataly temblaba pegada a su cuerpo y no fue capaz. Después de todo, pensó que aquello era como una despedida lenta y desoladora y tal vez si lo alargaba, no sería tan terrible. Aún no estaba listo para decir adiós.
-¿Recuerdas la noche en la feria?- le preguntó con un susurro ahogado.
-Es un parque de atracciones, Nataly-
-La noche en que nos conocimos- continuó ella sin darle importancia a su comentario.- Cuando me marchaba a casa, durante el viaje en coche, intentaba recordar con exactitud cuántas palabras nos habíamos dicho, cuántos minutos habíamos compartido. Y me sorprendió que no habían sido demasiados… sin embargo, mientras me alejaba yo sabía que ya te quería.-
Y él también lo sabía, aunque no recordaba cuando se había dado cuenta. Y no le pareció extraño entonces.
-Lo he estropeado todo ¡Qué gran sorpresa!- murmuró ella. Tom esbozó una media sonrisa incontrolable y Nataly le abrazó con más fuerza.- Estaba asustada. Sentía que te alejabas más y más y yo ya no sabía cómo acercarme a ti. Se me ocurrió que si no me marchaba yo, serías tú el que te fueras.-
-Nataly… ¿Tú quieres irte?-
La sintió coger una buena cantidad de aire y soltarlo muy despacio. Eso le hizo temer una respuesta que podía darle esperanzas o hundirle definitivamente.
-No lo sé-
Le dolió, sí, pero no tanto como podría haberle dolido. No sabía qué pensar, así que tampoco sabía cómo actuar. Todo lo que había pensado y aceptado hasta ese momento se estaba viniendo abajo. La ansiedad era terrible.
-Si quieres irte, lo entenderé. Ya te lo he dicho. Y quizás encontrarás lo que realmente quieres. Si es así, yo sólo quiero que sepas que…- Se soltó del abrazo para girarse hacia ella y mirarla. Esos enormes ojos castaños, del mismo tono que los de él, le miraban con una súplica muda. Pero ¿Qué le pedían? ¿Qué la dejara ir? ¿Qué la obligara a quedarse? ¿Quién hablaba a través de ellos: Nataly o su miedo? Los pensamientos se le torcieron y una desesperante urgencia que había mantenido a raya hasta entonces, se apoderó de él.- Nataly, sólo dame la oportunidad de amarte más de lo que alguna vez hayas imaginado. ¡Lo haré! Pero no me dejes sin lugar al que ir.-
-Tú tienes un lugar al que ir, Tom- dijo ella.- Es Reward.-
¿Era eso? Nataly se creía un obstáculo entre él y lo que Reward podía ofrecerle… No lo entendió pero le dio igual. Negó con la cabeza, inclinándose sobre ella. Sus manos sostuvieron el rostro de Nataly y ella no se apartó.
-Eres tú- Y se lo dijo plenamente convencido de esas palabras. Porque era verdad, ella era cuanto le importaba en el mundo. Sí, incluso más que Reward. ¿Por qué ella no le creía?
-Creo que… debería irme- anunció ella.
El tiempo se detuvo para él con esas palabras. Primero, Nataly bajó la mirada, conteniendo nuevas lagrimas y después, se apartó de él y de sus manos. Caminó despacio hasta el rincón donde ambos tenían siempre preparadas sus bolsas de emergencia y se inclinó para coger la suya. Arrastró los pies hacia la puerta y colocó su mano sobre el pomo. Desde allí, giró brevemente la cabeza hacia él, que seguía de espaldas, demasiado impresionado para moverse.
-Tom, no te quedes aquí ¿De acuerdo?- le pidió.  Éste destensó los músculos de sus hombros y la espalda, volviendo poco a poco en sí.- ¿Me has oído?-
Su cuerpo casi dio un respingo.
-Sí, sí… tranquila. No me quedaré.- le aseguró. Se giró hacia ella con rapidez.- Nataly, por favor…-
Pero ella entre abrió la puerta y se escabulló por el hueco a toda velocidad. Cuando la puerta se cerró, el golpe retumbó por todo el cuerpo de Tom como un cañonazo letal.
Se había ido. Nataly se había ido, de verdad. Su primer impulso fue seguirla, así que se precipitó sobre la puerta, llegó incluso a coger el pomo pero no lo giró. Ni se movió.
Estaba aturdido y desorientado. En el transcurso de esa conversación había creído tanto que Nataly acabaría dejándole como había confiado en que lo solucionarían… hasta que finalmente, se había ido. Pero ¿Qué esperaba? Había sido él quien lo había empezado todo. Nataly había dudado hasta el último momento, no lo tenía claro y si él no la hubiera empujado a darle una respuesta, quizás seguirían juntos. No podía saber cuánto tiempo habría durado, era verdad, pero en esos instantes lo único que deseaba era estar con ella un poco más, una noche más, un día más, lo que fuera.
Apoyó la frente sobre la madera rasposa de la puerta. Su corazón estaba vacío y también sus fuerzas estaban abandonando su cuerpo.
Pero oyó algo al otro lado: una respiración entrecortada. Y el corazón se le aceleró, reviviéndole de golpe.
-Nataly… -susurró justo antes de abrir la puerta.
Allí estaba ella. No se había alejado ni dos pasos del umbral. Con los ojos húmedos de nuevo y la maleta en la mano.
-No te has ido…-
-No quiero irme- Dejó caer la maleta al suelo y prácticamente saltó sobre él para abrazarle.- No sin ti.-
Tom respiró hondo para asegurarse de que no lo estaba imaginando. Sintió el peso de ella en sus brazos y se apresuró a agarrarla y meterla de vuelta en el apartamento. Cerró la puerta con fiereza.
-Lo siento…- empezó a decir ella, pero sus disculpas fueron acalladas con un intenso beso que hizo que todo comenzara a dar vueltas a su alrededor. Su espalda chocó contra la puerta, y el pomo se le clavó en ella, pero le dio igual. Eso y todo lo demás, fue como si nada de lo que había pasado fuera real. Parecía una pesadilla lejana de la que ambos acababan de despertar para comprobar aliviados, que la realidad era la de siempre.
Las alarmas de toda la ciudad de Dublín dejaron escapar un solo pitido que se prolongó varios segundos. El último recordatorio para la población de que debían abandonar la zona en alerta,
-Tenemos que irnos de aquí- le recordó ella. Pero Tom la miró con una sonrisa traviesa bailando en su moreno rostro.
-El Voz dijo que teníamos dos horas ¿No?- se sacó la camiseta de tirantes negra por encima de la cabeza y volvió a acercarse a ella.- Nos da tiempo.-
Volvió a besarla con pasión renovada y la levantó en sus brazos. Sin dejar de mirarla, fue retrocediendo lentamente en dirección a la cama.


Hasta pronto ^^